Aunque no es una planta muy llamativa, resulta muy frecuente en prados, pastos, campos cultivados y bordes de caminos a cualquier altitud. Las hojas, alargadas o lanceoladas, poseen un extenso peciolo con los nervios bien marcados, formando una roseta en la base de la planta.
Sus largos tallos rematan en espigas cilíndricas con muchas flores agrupadas y son muy pequeñas, divididas en cuatro lóbulos y con cuatro estambres amarillentos muy salientes. Florece desde abril hasta octubre.
Tiene diversas propiedades medicinales. Se recolectan sus hojas, que deben recogerse en primavera o verano y secarlas en la sombra para que no se oscurezcan, guardándose en recipientes herméticos. Las hojas frescas también sirven para alimentar a los grillos enjaulados.
Desde tiempos ancestrales ha sido considerada como un remedio seguro en el tratamiento de las vías respiratorias, pues resulta expectorante y protege las mucosas. Se sigue utilizando contra la tos, ronquera o catarro bronquial, preparando una infusión con 1,5 g de hojas secas y se toma de una sola vez. Incluso para la tos infantil existe un jarabe de llantén.
También se puede utilizar para aliviar ojos cansados, enrojecidos o inflamados, para ello hervir 5 cucharadas de hojas secas en un litro de agua durante 15 minutos. Las hojas además se utilizan para quemaduras o quemaduras solares, contusiones, picaduras de abejas, avispas o de ortigas y para desinfectar heridas. Las semillas, muy apetecidas por los pájaros, son un eficiente e inofensivo laxante.
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