Estamos ante una gran trepadora que no pasa desapercibida debido a sus llamativas flores azules rosáceas, y por la manta de hojas que genera cubriendo prados, muros, setos, farolas, vallas, árboles viejos, ……
De origen americano fue introducida en Asturias a principios del siglo XX para ser utilizada en jardinería como planta ornamental. Por este mismo motivo en la actualidad está muy extendida a lo largo de muchas regiones cálidas y templadas de todo el mundo.
Se trata, por tanto, de una especie introducida o exótica, naturalizada e invasora, aunque en Asturias su desarrollo no es muy extensivo, suele asilvestrarse desde jardines más o menos cercanos.
La planta brota de un rizoma de donde emergen numerosos tallos que logran alcanzar los 15 m. de longitud, ramificándose con rapidez. Posee hojas grandes, con largos peciolos, enteras en los tallos jóvenes y con una bonita forma acorazonada de tres lóbulos en los tallos más viejos.
Sus atractivas flores en forma de campana o embudo se agrupan en inflorescencias cimosas, cada una con 1 a 6 flores con alargados pedúnculos, aunque es difícil contemplar más de dos a la vez. Son flores grandes, de 5 a 7 cm de diámetro, de color azul violáceo con el tubo central blanquecino. Florecen desde mayo hasta noviembre.
El fruto es una cápsula esférica que contiene una gran cantidad de semillas y la mayoría son capaces de germinar en primavera. De todas las Ipomeas naturalizadas en España es la que soporta mejor el frío, aunque prefiere lugares cálidos, por este motivo es más fácil localizarla cerca de la costa que en los lugares próximos a la montaña.
En el género Ipomoea se integran cerca de 300 especies de plantas, todas ellas trepadoras, la mayoría originarias de América y con una estimable capacidad de adaptación y gran eficacia para aprovechar los recursos del suelo. Al final se instalan de forma autónoma generando serios problemas ecológicos.
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